Calpe dice “hasta aquí” al coche eléctrico: cuando el sentido común supera a la moda
Una decisión que va a escocer en más de un despacho institucional
En tiempos donde abrazar la sostenibilidad es casi obligatorio para que no te tilden de cavernícola, el Ayuntamiento de Calpe ha hecho lo impensable: decir adiós a su flota de coches eléctricos. ¿Por qué? Pues porque uno de ellos decidió convertirse en antorcha en plena vía pública. Sin avisar, sin tocarse con nada, sin sobrecargas. Así, tal cual. Ardiendo como si lo patrocinara San Juan.
Sí, han oído bien: otro eléctrico en llamas.
El vehículo municipal estaba cargándose como Dios manda, enchufadito, cuando entró en combustión. Y claro, las redes sociales no perdonan. Móviles en mano, vídeo al canto y viralización automática. El susto fue mayúsculo. No es el primero, pero parece que este fue el gota que colmó el depósito.
La alcaldesa, ni corta ni perezosa, salió al paso: “No vamos a poner en peligro a nuestros trabajadores ni a nuestros vecinos por seguir una moda”. Y ojo, que esa frase no la suelta cualquiera. Así que adiós eléctricos, hola de nuevo al diésel y a la gasolina. Que contaminan, sí, pero no te explotan en la cara mientras compras pan.
Baterías de litio: esa bomba silenciosa sobre ruedas
Hablemos claro: ¿sabe usted lo que lleva su flamante coche eléctrico dentro? Pues un cóctel químico que, si se altera, provoca incendios difíciles de apagar y con una toxicidad que ríase usted de Chernóbil. No vale el extintor ABC convenncional. Hace falta uno especial, entrenamientos, trajes, y a veces ni así.
Por eso ya se empieza a ver cómo comunidades, garajes y parkings miran a los eléctricos con más miedo que admiración. Que sí, que son muy verdes… pero también muy peligrosos cuando se enfadan.
Europa mirando al 2035, Calpe al sentido común
Mientras en Bruselas se entretienen prohibiendo motores térmicos con fecha de caducidad, en Calpe vuelven a lo de siempre. Y no porque les falte visión, sino porque tienen los pies en el suelo. Aquí hablamos de costes, mantenimiento, seguridad y eficiencia. Y si el coche eléctrico falla en las cuatro, ¿qué quieren que hagan?
Los eléctricos son caros de comprar, de asegurar, de reparar. La autonomía es una lotería, los puntos de recarga brillan por su ausencia, y los talleres especializados se cuentan con los dedos de una mano… de manco.
El coche eléctrico en España: la gran promesa… desinflada
Nos lo vendieron como la panacea, el futuro brillante, la salvación del planeta. Pero la realidad va por otro lado. En España, el coche eléctrico se ha quedado en eso: una promesa. Caro, complicado, inestable. Y las ayudas, esas que deberían impulsarlo, se pierden entre papeles, plazos eternos y condiciones imposibles.
Mientras tanto, el español medio sigue apostando por el coche de toda la vida. Porque lo conoce, lo repara en el taller de la esquina, y sabe cuánto le va a costar el próximo cambio de aceite. El eléctrico, en cambio, es como tirarse a una piscina sin saber si hay agua.
¿Retroceso? No, adaptación con cabeza
Lo de Calpe no es un paso atrás. Es un “esperen, que esto no va tan bien como nos dijeron”. Es una pausa sensata. Se acabó lo de correr por estar en la foto. Van a usar coches que no arden solos, que no necesitan rezar para llegar a destino, y que no dejan seco el presupuesto municipal.
Eso sí, la seguridad se va a reforzar. Extintores para baterias de litio, protocolos revisados, y adiós a los sustos gratuitos.
¿Y si Calpe marca el camino?
Nadie dice que esto se vaya a extender como el fuego que provocó el coche, pero sí es un aviso. Un «basta ya» a tragar sin masticar. Porque la sostenibilidad no puede convertirse en dogma ciego. Tiene que ser práctica, posible, y sobre todo segura.
Ojo, que otros municipios están mirando de reojo. Y si esto cunde, igual alguien en Madrid se pregunta si no estaremos corriendo demasiado con esto de electrificar hasta los patinetes.
Final con chispa (literal y figurada)
Lo de Calpe no es anecdótico. Es el ejemplo de que, a veces, parar a tiempo es más valiente que seguir de cabeza al precipicio verde. Porque cuando un coche arde al lado del chiringuito mientras los turistas se comen un helado… igual no hace falta esperar al siguiente informe técnico. Hace falta sentido común.
Y de eso, Calpe acaba de dar una buena lección.