En Estados Unidos, las empresas han cambiado su enfoque en las últimas décadas, priorizando la remuneración al accionista por encima de la inversión en activos reales. Esta tendencia se ha acentuado tras la crisis financiera de 2008-2009, donde se produjo una caída en la inversión en capital que aún no se ha recuperado totalmente. En contraste, la remuneración al accionista a través de dividendos y recompras de acciones ha aumentado significativamente, representando actualmente más del 6% del PIB.
El incremento en la remuneración al accionista ha llevado a una reducción de los fondos propios de las empresas, lo que a su vez ha impulsado ratios de rentabilidad como el Return on Equity (ROE). Este enfoque se alinea con el crecimiento de los beneficios empresariales, siendo el beneficio por acción (BPA) en el S&P 500 un 6,8% anual desde 1990, por encima del crecimiento del PIB.
Las razones detrás de este cambio de estrategia empresarial incluyen la incertidumbre sobre el futuro, la escasez de oportunidades de inversión y el alto nivel de liquidez disponible para las empresas no financieras. A pesar de esto, cabe destacar que cada sector y tamaño de empresa pueden presentar diferencias significativas en sus decisiones de inversión y remuneración.
La disminución en la emisión de acciones cotizadas ha contribuido a la reducción de la oferta en el mercado, junto con el crecimiento de ingresos y márgenes, impulsando así el crecimiento del BPA. De hecho, existe una correlación significativa entre la emisión neta de acciones y el BPA del S&P 500, explicando aproximadamente un tercio de su evolución. Esta tendencia ha favorecido valoraciones más altas y un mercado bursátil estadounidense en constante crecimiento.