El oro ha sido un metal precioso de gran importancia a lo largo de la historia, utilizado como moneda desde la antigua Grecia hasta la actualidad. Su valor radica en dos características fundamentales: la escasez, con una producción limitada que apenas crece un 1% anual, y su durabilidad, manteniéndose inalterable con el paso del tiempo.
En los últimos 100 años, el precio del oro ha experimentado fluctuaciones significativas, siendo un refugio seguro en tiempos de inflación y crisis económicas. Desde 2009 hasta 2024, el precio del oro ha aumentado un 180%, con una tasa anual del 7,15%, superando el rendimiento de la Bolsa europea en el mismo período.
La demanda de oro por parte de bancos centrales e inversores financieros ha sido uno de los principales impulsores de su precio en los últimos años. Datos del World Gold Council muestran que los bancos centrales de las principales economías tienen en promedio un 51% de sus reservas en oro, lo que indica su importancia como activo de reserva.
Para los próximos años, se espera que la demanda de oro se mantenga sólida, brindando un soporte a los precios actuales. Con la posibilidad de un aumento en la inversión financiera en oro a medida que las tasas de interés disminuyan, el metal precioso sigue siendo atractivo para los inversores en busca de estabilidad y resguardo de valor.
En conclusión, el oro sigue brillando en el panorama financiero global, con una combinación única de escasez, durabilidad y demanda constante que lo posiciona como un activo de gran relevancia en los mercados actuales y futuros.