El uso de las energías renovables en América se discute aún entre la promesa y el desarrollo, si bien las leyes y compromisos aprobados en diferentes países muestran una clara tendencia a apostar por su expansión.

Uno de los ejemplos más recientes -y de mayor extensión- es la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos (EU) que, a pesar de su nombre, se relaciona más con la transición energética que con la estabilidad de costos.

El proyecto, heredero del plan “Build Back Better” (“Reconstruir mejor”) del presidente Joe Biden -si bien menos ambicioso-, va a suponer la mayor inversión en renovables y medidas climáticas de la historia del país. “Y por mucho”, conforme asevera el presidente de la organización medioambiental Sierra Club, Ramón Cruz.

“Cuando se aprobó esta legislación, fue realmente un punto de inflexión”, aseguró Cruz a EFE, quien dejó claro que aunque ya se veía una tendencia a impulsar el desarrollo de las renovables, esta regla lo lleva a otro nivel.

El plan prevé una inversión de trescientos setenta con cero millones de dólares estadounidenses en financiación climática, la mayoría dedicados a dar incentivos a la producción de energía limpia y la adquisición de automóviles eléctricos.

De estos, unos once con cero millones se entregaron ya, conforme el conjunto Climate Action Campaign, que últimamente puso en marcha un mapa interactivo para visualizar el destino de estas inversiones.

A pesar de las cantidades, Cruz se muestra cauto: “Nosotros queremos asegurar que ese trayecto hacia la energía limpia sea lo más rápido posible. Si me preguntas si es suficiente… es un gran avance en la historia de EU, pero no es suficiente para la urgencia del problema”.

Y es que en dos mil veintidos, el sesenta% de la electricidad procedió de comburentes fósiles de EU, y solo un veintiuno% de fuentes renovables, conforme el Departamento de Energía.

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Las energías renovables en América: entre la promesa y el desarrollo

Cruzando la frontera hasta México, la situación no es muy diferente: el veinticinco% de su energía procede de fuentes renovables.

Sus condiciones geográficas, no obstante, hacen que aún tenga mucho potencial por explotar, señaló a EFE Paul Alejandro Sánchez, maestro del TEC de Monterrey.

El especialista en energía explicó que el presidente Andrés Manuel López Obrador arrancó con una clara fijación por los modelos energéticos tradicionales y prosigue apostando de manera fuerte por los comburentes fósiles.

Pero en el último tramo de su Administración ha efectuado un pequeño viraje cara las renovables con proyectos como el Plan Sonora, del que resalta la planta solar de Puerto Peñasco, que el Gobierno considera “la más grande de Latinoamérica” y engloba dos,000 hectáreas de paneles solares.

“Si hubiéramos empezado con esta dinámica desde el principio tendríamos otra situación”, lamentó Sánchez.

Mientras tanto, en Brasil unas veinte empresas, primordialmente grandes petroleras, han pedido las licencias para desarrollar setenta proyectos de construcción de parques eólicos en altamar (“offshore”) con capacidad para producir ciento setenta gigavatios (GW) de energía.

Tal potencia representa casi toda la presente capacidad de generación instalada de Brasil, que asciende a ciento noventa GW, de los que ciento tres GW son de hidroeléctricas, veintiseis GW de energía solar y otros veintitres GW de energía eólica.

“En los dos últimos años hemos estado preparando fuertemente el mercado brasileño para recibir la tecnología offshore y estamos trabajando en el aparato regulador”, que ha de estar listo en el primer mes del verano, le afirmó a EFE la presidente de la Asociación Brasileña de Energía Eólica (ABEEólica), Elbia Gannoum.

Entre las compañías interesadas resaltan la brasileira Petrobras, las petroleras multinacionales Shell, Equinor y Total Energy y la eléctrica Neoenergia (Iberdrola).

Este mes, Petrobras y Equinor firmaron un pacto para valorar la construcción de 7 parques eólicos marinos con una capacidad instalada de ciento cuarenta y cinco GW. Según estudios oficiales, Brasil tiene capacidad para producir hasta setecientos gigavatios de energía eólica en altamar.

Para Gannoum, la instalación de parques marinos va a ser esencial de cara al desarrollo del hidrógeno verde, que demanda una gran cantidad de electricidad para su producción y con el que se espera reemplazar los comburentes fósiles y asistir así a descarbonizar las economías.

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Además, la semana pasada Iberdrola inauguró en Santa Luzia (nordeste) el Complejo Renovable Neoenergia, su mayor proyecto de energía renovable de Latinoamérica, un complejo eólico y solar con seis gigavatios de potencia instalada y que costó cerca de seiscientos sesenta y cinco millones de dólares estadounidenses.

Argentina, otra de las grandes economías de la zona, apenas proveyó el trece% de su demanda energética en dos mil veintidos con fuentes renovables. Sin embargo, la cantidad supone un enorme incremento si se equipara con el dos% que registraba en dos mil diecisiete y el propósito es llegar al veinte % en dos mil veinticinco, conforme una ley aprobada en dos mil quince para estimular las energías renovables.

La situación contrasta con la de su vecino Uruguay, donde, entre dos mil diecisiete y dos mil veintiuno, el noventa y cuatro % de la generación eléctrica se produjo en fuentes renovables.

El país es una anomalía positiva en la zona y está a la cabeza mundial: un informe oficial presentado en el mes de octubre pasado destaca que el laboratorio de ideas REN21 lo situó como el segundo país con mayor participación de esta clase de energías.

La clave: la descarbonización prácticamente total de su red energética, que empezó en dos mil diez y se consiguió merced a una inversión público-privada de unos ocho,000 millones de dólares estadounidenses.

Walter Verri, viceministro de Industria, Energía y Minería, apuntó a EFE que con dicha descarbonización el país ya cumplió con la primera transición energética.

Para la segunda, entre los objetivos están la descarbonización del transporte y la industria y el desarrollo de una economía del hidrógeno verde.

La molécula, famosa como “el combustible del futuro”, es asimismo una de las grandes apuestas de Chile, que desea transformarse en un exportador mundial.

Según los especialistas, la provechos situación geográfica del país, como las condiciones climatológicas y la competitiva producción de energía solar y eólica, precisa para conseguir el hidrógeno verde, ubican a Chile como una posible potencia exportadora.

Para dos mil veintitres, Chile desea suprimir plenamente el uso del lignito para generar energía eléctrica, un comburente que, en el norte, por servirnos de un ejemplo, producía el setenta y nueve % de la electricidad hace una década. Ahora, supone menos del quince %.

Finalmente, en Colombia, la industria de las energías renovables “está dando sus primeros pasos”, conforme la directiva ejecutiva de la Asociación de Energías Renovables Colombia, Alexandra Hernández.

Aunque la energía hidroeléctrica representa el cincuenta y ocho con ocho % de la matriz energética, de los cerca de diecinueve,000 MW de capacidad instalada en Colombia, solo doscientos MW proceden de otras fuentes renovables, como la energía eólica y la solar, lo que equivale al 1%.

La petrolera estatal Ecopetrol, que lidera la transición energética, prevé tener operativas para este año un total de diecinueve plantas solares.

También busca desarrollar el potencial de generación con biomasa en 3 puntos del territorio y el pasado ocho de marzo firmó un pacto con otras dos compañías para hacer estudios de aptitud de un proyecto de energía geotérmica en proximidades del volcán Nevado del Ruiz.

Con información de EFE.

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