En 2011, Eric Ries presentó al mundo el libro «The Lean Startup» donde introdujo el concepto del Producto Mínimo Viable (MVP). Este enfoque proponía la creación de versiones simplificadas de los productos para probar y aprender, en contraposición a la estrategia previa de desarrollar productos completamente pulidos antes de lanzar una empresa.
Si bien el MVP representó un avance significativo en la cultura emprendedora al reducir la ineficiencia y los costos iniciales, todavía existen limitaciones en este método. Es crucial comprender por qué el MVP no es tan eficiente como se esperaba.
El error fundamental radica en el malentendido de lo que realmente constituye un Producto Mínimo Viable. Muchos emprendedores creen que se trata simplemente de reducir al mínimo las funciones del producto, pero en realidad, se trata de minimizar el esfuerzo del emprendedor en aras de la velocidad. El objetivo es probar las hipótesis del negocio de la manera más rápida y rentable posible.
El problema con el concepto de MVP es que sigue fomentando la construcción de algún tipo de producto, cuando en realidad, el camino más rápido para obtener conocimientos no siempre involucra el desarrollo de productos. Realizar pruebas en la página de destino, entrevistar a clientes potenciales o distribuir pedidos anticipados puede proporcionar información valiosa con mucho menos esfuerzo que la creación de un prototipo de producto.
En las primeras etapas de una startup, los emprendedores deberían centrarse en demostrar la existencia de una oportunidad de mercado mediante la identificación de señales claras de demanda. Esto implica buscar indicios de que existe una necesidad real de resolver un problema, sin necesidad de construir un producto.
Por ejemplo, la creación de una página de aterrizaje básica y la medición de la respuesta del público a través de suscripciones o anuncios en redes sociales pueden ofrecer las primeras señales de demanda, sin la necesidad de un producto real. A partir de ahí, se pueden realizar entrevistas, encuestas y pre-pedidos para continuar validando el interés del mercado.
Es fundamental comprender que construir es costoso, mientras que probar es económico. Por lo tanto, la estrategia del MVP está siendo reemplazada por un enfoque más eficiente: los «aprendizajes mínimos verificables», que se centran en comprender primero lo que la gente realmente quiere antes de construir una solución potencial.
En resumen, el espíritu emprendedor radica en comprender los problemas antes de ofrecer soluciones que la gente realmente necesite, y esto va más allá de la simple construcción por construcción. Es hora de evolucionar más allá del MVP y adoptar estrategias más efectivas para validar las startups.
Mantente actualizado de las noticias en nuestro Twitter (https://twitter.com/Forbes_Hispano) e Instagram (https://www.instagram.com/forbeshispano/).
Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.