Dolores Maya tiene dos hijas, está encinta, en paro y su marido cobra en torno al sueldo mínimo. “Está todo carísimo. Antes hacía la compra con 150 euros para varias semanas y ahora solo me dura una”, lamenta esta joven de veintiocho años. A ello se aúna el subidón del alquiler: “Hace dos años, cuando entramos al piso, pagábamos 550 euros al mes. Ahora estamos en 670. Y luego están la ropa de las niñas, la luz, el día a día…”. Explica su situación justo al salir de la oficina del Servicio Público de Empleo Estatal de Alcalá de Henares (Madrid), donde halla un parche a su situación. “Cobro el subsidio. No es mucho, pero para nosotros es importantísimo. Sin ello, no sé como llegaríamos a final de mes, no sé qué sería de nosotros”, agrega.

Esta madrileña es uno de los novecientos setenta y mil receptores de los subsidios de desempleo en España. Este martes el Gobierno aprobó una reforma de estas ayudas, que amplía la protección a nuevos colectivos —a unas cuatrocientos personas, conforme las estimaciones del Ministerio de Trabajo—, eleva las cuantías de la mayor parte de posibilidades —crecen hasta quinientos setenta euros en los primeros 6 meses, caen hasta quinientos cuarenta en el segundo semestre y acaban en la cantidad actual, 480— y deja, a su vez, la compatibilización a lo largo de un semestre del subsidio con un empleo con una contracción de la prestación. El pacto se materializó tras una dura negociación, como es costumbre, entre el Ministerio de Trabajo y el de Economía. El detalle del texto recoge cesiones de las dos partes: la cobertura y las cuantías medran, como deseaba Yolanda Díaz; mas a la vez se prolonga esta compatibilización y se fortalece el compromiso de actividad, como proponía Nadia Calviño. No entra en aplicación hasta junio de dos mil veinticuatro.

“Yo quiero trabajar, no quiero estar cobrando una ayuda. Soy anti eso, siempre he renegado de esa actitud”, resalta Dolores. Ha trabajado habitualmente en guardes logísticos, el campo pujante en la zona, mas hace ya un tiempo que no logra empleo. “Primero estuve con el paro normal (la prestación contributiva, la que se nutre de lo que ha aportado el trabajador en cotizaciones) y ahora con el subsidio. Me lo han alargado por las niñas. Si no, ya se me habría acabado”, explica. La reforma contempla, exactamente, una ampliación de la cobertura a esas personas sin cargas familiares. “Mi embarazo es de riesgo, así que no estoy como para trabajar ahora. Dejas a mucha gente tirada sin esto. Estoy preocupada porque en principio se me acaba en tres meses. ”.

El sistema de desempleo resguarda en España a uno con setenta y seis millones de personas, la suma de posibilidades contributivas (setecientos noventa y dos mil) y subsidios (prácticamente un millón). Pero hay dos con siete millones de parados, así que hay en torno a un millón de personas que quedan fuera. Algunas de ellos reciben el ingreso mínimo vital o alguna otra ayuda, mas asimismo muchas son las que están excluidas completamente. Los especialistas en la materia resaltan la complejidad de calcular cuántos son, dada la carencia de armonía entre estadísticas.

El perfil de Dolores es el más frecuente por sexo: el cincuenta y nueve% de las receptoras de subsidios son mujeres. Pero por edad no coincide con lo más frecuente, ya que los menores de treinta años son solo el cinco con dos% del total. Son mayoría los mayores de cincuenta años, como Antonio Hidalgo. “480 euros no es mucho, pero la verdad es que algo ayuda“, explica este granadino de 53 años. Su comunidad autónoma, Andalucía, es la segunda que más receptores concentra. El 8,2% de la población activa recibe el subsidio por desempleo, solo por detrás de Extremadura. Son las dos únicas en las que pueden percibirlo los eventuales agrarios, una posibilidad que se amplía con la reforma al resto de autonomías. Las otras comunidades con mayor proporción son otras con altas tasas de desempleo, como Canarias (4,8% de población activa que percibe subsidio) o Castilla-La Mancha (4,6%).

Además de buscar trabajo por su cuenta, Antonio lleva años en la bolsa de los servicios públicos de empleo. Pero asegura que nunca le han llamado. “Es que ni una oferta, no te llega nada por ahí. Y luego dicen que faltan trabajadores, es una patraña. Yo no quiero el subsidio, quiero trabajar”. La escasa capacidad de intermediación de la red pública de oficinas de empleo es una queja frecuente de sindicatos y patronales.

“El problema es que las empresas no quieren a personas mayores de 50 años”, queja este profesional de la construcción. “Lo primero que miran es la edad, no se fijan en lo que produces o en lo que sabes. Se creen que vas a tener un rendimiento bajo y yo a un niño de 30 años le fundo los plomos. Quieren que trabajemos hasta los 67 años, pero en cuanto cumples 50 se olvidan de ti”. La expulsión de trabajadores del mercado de trabajo a la edad de Antonio es una de las primordiales debilidades del mercado de trabajo de España, conforme los especialistas.

Justo esta falla es la que justifica la existencia del subsidio concreto para mayores de cincuenta y dos años, de duración indefinida mientras que el receptor no halle empleo. Para no hay incremento de la prestación con la reforma, se queda en cuatrocientos ochenta euros, y además de esto se dificulta el camino a la jubilación. La regla aprobada plantea una reducción de la base de cotización. Lo que sí incluye el texto es un compromiso del Gobierno a realizar, al lado de los agentes sociales, una estrategia para atajar el paro de larga duración, en especial el que afecta a las personas de más edad.

Si esa estrategia fructificara, asimismo asistiría al tío de Virgil Asanica, de sesenta y tres años. Abandona la oficina de empleo de Alcalá de Henares a toda velocidad, mas su sobrino atiende a Forbes Hispano para explicar su situación. “Vengo con él porque ni habla ni entiende español, he venido a echarle una mano”, explica este rumano de veintisiete años. Su tío trabajó a lo largo de 7 años en una planta de reciclaje, mas le despidieron y ahora cobra el subsidio. “Le queda tan poco para poder jubilarse… El subsidio ayuda, claro que sí, menos mal que está”, afirma Virgil. Es poco común localizar a ciudadanos extranjeros entre los receptores del subsidio. Aunque son el quince% de la población activa de España, solo son el ocho% de los adjudicatarios. Es decir, es más usual entre los parados nacionales terminar necesitando estos subsidios que entre los de diferente nacionalidad.

“Mi cultura es el trabajo”

Gastón, un argentino que prefiere no dar su apellido, es uno de los que contaba con esta ayuda, mas sale contrariado de una oficina de empleo del centro de Barcelona, por el hecho de que le han dicho que no tiene derecho a ella por el hecho de que no cumple los requisitos de mínimo tiempo de cotización. “Mi cultura es el trabajo, soy argentino y estamos acostumbrados a tener muchos trabajos, a hacer malabarismos. Pero ahora quería ponerme a estudiar y era una manera de tener un ingreso”, apunta.

Joaquín Prades, un señor de sesenta y tres años enfundado en una larga chaqueta de plumón, asiste a esta oficina barcelonesa a renovar el subsidio de empleo. El último trabajo que tuvo fue de mecánico en la compañía pública municipal de mantenimiento de los parques. Antes procuró gestionar la jubilación adelantada, mas lo paró por acceder a este empleo, si bien le duró once meses. Al no llegar al año, no pudo solicitar la prestación de paro y cobra el subsidio de cuatrocientos ochenta euros. “Esto no da para nada, quizá en un pueblecito sí, pero en Barcelona, tal como está todo de caro, lo que da es para malvivir. Yo al menos no pago piso porque por ahora vivo donde vivía mi madre”. Ahora mira si puede reactivar la prejubilación o aguardar de manera directa a la jubilación, que va a ser de unos mil setecientos euros: “Ya es algo más, pero me tendré que ir a vivir fuera porque aquí está todo muy caro. Si quiero irme a vivir a una habitación, son 500 euros”, apunta.

También tiene sesenta y tres años Julián Galiano, trabajador del campo y de la construcción y receptor del subsidio desde el momento en que tenía cincuenta y tres. “Si es que no sale nada, no hay trabajo para nosotros. Y esta ayuda es importante, pero no te da, se acaba enseguida”. Lo insignificante de esta prestación contributiva es lo que hace que muchos complementen este ingreso público con la economía informal. “Me parece muy buena idea que se pueda complementar el subsidio con el trabajo, opina Julián. “Pero, sin duda”, prosigue, “lo importante es que haya alguna forma de que también haya trabajo para nosotros. Yo quiero estar de alta, no quiero lo que algunos llaman con muy mala idea paguitas”.

En ese mensaje insiste la madrileña Claudia Martínez, de treinta y nueve años. “Habrá algún vago, seguro, pero son minoría muy minoría. Quiero trabajar para tener una vida mejor, no una ayuda tan pequeña. Me parece bien que hayan subido el subsidio, pero lo importante es que haya más trabajo. Sin un sueldo no se puede vivir”, concluye esta administrativa.

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Mercedes Cruz Ocaña