La autora cuenta los secretos para edificar start-ups de éxito masivo y descubrió por qué la mayor parte de los emprendedores jamás lo vamos a hacer.

Crear una compañía no es una enorme proeza. Para ser francos, prácticamente cualquiera con acceso a unos pocos recursos comunes puede arrancar un nuevo negocio en cuestión de horas (minutos, para ciertos). Sin embargo, crear una compañía emergente de éxito masivo que se transforme en una megacorporación (que produzca entre cientos y cientos de millones y miles y miles de millones de dólares estadounidenses con márgenes saludables y que compita frente a frente con los gigantes del campo) es algo plenamente diferente.

Hablando sin rodeos, la mayor parte de los autoproclamados emprendedores no van a hacer lo preciso para crear una entidad así.

Tiene poquísimo que ver con la inteligencia, las credenciales mediocres o las conexiones limitadas; sencillamente existen algunos sacrificios e inversiones que la mayor parte de los empresarios no están prestos a hacer. En en caso de que te estés preguntando qué aparta a los buenos emprendedores de los ultra victoriosos, estos son los pasos que seguramente te impidan lograr ese nivel de élite del cero con uno% de éxito.

Y sí, corroboré esta plan de actuación con mi amigo de más de quinientos millones de dólares estadounidenses que «sin ayuda de nadie» edificó una de las compañías públicas de más veloz desarrollo en su industria, por lo que esto no es solo una opinión informada por observación, sino un libro de jugadas probado (con resultados de miles y miles de millones de dólares estadounidenses).

No digo que sea imposible crear megas start-ups a los veinte años… mas la mayor parte de los que lo procuran están en desventaja. No tiene nada que ver con la inmadurez, los recursos financieros limitados o la carencia de contactos adquiridos a lo largo de décadas. Más bien debe ver con dos factores: tiempo y paciencia.

No me refiero al mismo tiempo o la paciencia que un creador está presto a dedicar a su floreciente empresa. Todos podemos enamorarnos de nuestra «próxima gran cosa» y pasar veinticinco horas al día trabajando en ella, resueltos a hacer «lo que sea necesario» a fin de que tenga éxito.

Aquí está el problema: en ocasiones «todo lo que haga falta» está fuera del alcance de nuestras capacidades debido a la carencia de tiempo que hemos tenido para aprender, probar y dominar nuestra industria, esto es, salvo que hayas estado trabajando duro desde la preadolescencia.

Compárense con mi amigo («George»), que ganó quinientos millones de dólares estadounidenses y creó su mayor empresa (que ahora cotiza en bolsa) tras dos décadas dedicadas a dominar su campo, relacionarse con las partes implicadas en todos y cada función clave y conocer suficientes aspectos para ver los auténticos orificios.

Crear una compañía millonaria no fue un accidente por la parte de George, mas tampoco brotó de un deseo agobiado por ser creador.

George era -y prosigue siendo- una persona impresionantemente curiosa, y se ha pasado su carrera cuestionando el estado de cosas y buscando ocasiones para mejorarlo. Esa, a propósito, es la definición del espíritu emprendedor: No es alguien que desea «ser su jefe» o «trabajar desde cualquier sitio»; es alguien que busca minuciosa y de forma continua ineficiencias (o productos, servicios o sistemas deficientes) y formas de mejorarlos.

Un veinteañero sin variación tiene mucho menos tiempo para dominar, estudiar o investigar un campo, disciplina, producto o servicio desde dentro. Por lo tanto, a fin de que un veinteañero pueda enfrentarse a alguien como mi amigo George, deberá compensar su falta de experiencia con una investigación holístico del campo que pocos van a tener la paciencia de dominar.

La cuestión es que es impresionantemente bastante difícil compensar veinte años de experiencia en un curso intensivo de un mes, mas un creador que espera hacer un chapoteo de mil millones de dólares estadounidenses debe aguardar que alguien de su equipo primordial -si no mismo- deba aportar esa experiencia suprema en el campo.

He citado que mi amigo George pasó décadas estudiando de primera mano su campo, buscando orificios y buscando innovaciones para progresar esas deficiencias. En esa línea, la segunda forma en que la mayor parte de los jóvenes creadores de hoy se confunden es al no progresar verdaderamente los nombres conocidos actuales que dirigen sus respectivas industrias.

Se puede crear una compañía de dos, diez o aun veinte millones de dólares estadounidenses con una buena imagen de marca, un elevado número de seguidores en las redes sociales y un buen presupuesto de marketing en torno a un producto o servicio útil. Sin embargo, no es muy probable que edifiques el próximo Home Depot si no haces una mejora significativa y marcada así como la innovación en la industria de mejoras para el hogar.

En otras palabras, demasiados creadores están edificando empresas por el bien de la libertad y el atrayente del dinero veloz, mas fallan (o desatienden) crear o progresar algo material en sus industrias.

El tercer defecto que frena el éxito de las start-ups (y los sostiene en millones, no miles y miles de millones) es la tendencia a confiar en los atajos.

La explosión de la inteligencia artificial, la automatización y la mano de obra económica subcontratada no ha hecho, sino más bien, exacerbar esta trampa empresarial. En nombre de la tecnología, la visión de futuro, la eficacia y la hiperescalabilidad, muchos creadores ( mismo he sido culpable de ello) han optado por la velocidad en vez de la calidad, y muchas de sus start-ups han sufrido las consecuencias.

Aunque la creación de sistemas automatizados y rentables es una enorme estrategia para escalar, no debería substituir a la aportación humana, la experiencia y el minucioso detalle que de forma frecuente se emplean en la preparación de la primera iteración de una compañía que cambia el planeta.

El planeta no precisa otro círculo de empresas clónicas digitales impulsadas por IA que aporten poquísimo a la charla. Los atajos pueden asistirte a escalar, mas no deberían substituir a las etapas más vitales de la niñez de una start-up.

El cuarto paso en falso que plaga los viajes de muchos jóvenes creadores de start-ups, es una combinación de ego e impaciencia: Lo que mi amigo George tenía, y que tan pocos nuevos creadores tienen, es una confluencia de humildad y audacia.

Tuvo la humildad y la paciencia precisas para admitir de buena gana que podrían pasar décadas antes que su nueva empresa revolucionara el campo.

Para contextualizar, la start-up de George tardó prácticamente 5 años en ganar tracción significativa y otros 5 ya antes de lograr un desarrollo exponencial. Al mismo tiempo, George tuvo la audacia (o el impulso inexorable y la fe inalterable) de escalar esa montaña de todas formas, pese a que los titulares de la industria con megáfonos chillaban que su innovación jamás funcionaría.

En el en caso de que fueses uno de los pocos aspirantes a creadores que superaron las probabilidades y dominaron los pasos 1 a cuatro de la fórmula de los quinientos millones de dólares estadounidenses, probablemente aún no seas suficiente para lograr esa marca de nueve o diez cifras y transformarte en un enorme disruptor de la industria como George. He acá por qué:

Como orgulloso empresario a solas (que asimismo ha trabajado con start-ups dirigidas por cofundadores y apoyadas por inversores tradicionales y consejos aconsejes), odio aceptar esta restricción, mas es la verdad: tratándose de alterar un campo y edificar el «Home Depot» de tu espacio, raras veces se puede conseguir a solas.

Si sencillamente deseas libertad financiera y el título de «emprendedor», hay caminos más convenientes que aspirar a menear una industria y crear un nuevo nombre familiar. Si tienes aspiraciones de más de nueve cifras, probablemente para alcanzarlas debas captar grandes actores del campo y a personas influyentes a fin de que se unan a tu equipo a fin de conseguir una verosimilitud significativa, apresurar el desarrollo y lograr una cuota de mercado significativa.

En pocas palabras, no, probablemente no sea suficiente, y lograr el patrimonio neto de más de quinientos millones de dólares estadounidenses de George requiere reconocerlo e agacharse por esta razón desde el comienzo.George creó su junta directiva ya antes de crear el sistema de explotación comercial de su empresa, y no fue por fallo.

Alcanzar la independencia financiera por medio de start-ups triunfantes frente al nivel de logro de más de quinientos millones de dólares estadounidenses de George son dos cosas muy, muy diferentes. No debes apreciar ser un disruptor de la industria, reclutar una junta directiva, o hacer una marca significativa, histórica en tu industria.

Si sencillamente deseas ser lo suficiente independiente para sostener el cien% del control, lo suficiente despierto para aprovechar tus recursos y lo suficiente diligente para prosperar velozmente por tus medios, entonces crear una compañía pública como George seguramente no sea tu opción mejor.

La carrera empresarial de George no comenzó verdaderamente hasta los cuarenta años y alcanzó su culmen a fines de los 50… así que si aún estás coleando, aún estás a tiempo de decidirte.

Por ahora, edifica la compañía que mejor se adapte a ti y ten presente que no todos debemos ser -ni deseamos ser- directivos ejecutivos que respondan a los accionistas. El anonimato empresarial tiene ventajas que personas como George no pueden recobrar, así que escoge bien tu camino, mas ten presente que siempre y en todo momento hay margen para pivotar.

Juan Pablo Cortez

Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.