Por Horacio Krell*

El azar es un acontencimiento imprevisible que puede convertir nuestras vidas y encierra un potencial excepcional. En esta exploración, desentrañamos el arte de transformar el azar en buena suerte, adentrándonos en la alucinante dimensión de la serendipidad.

Descubriremos de qué manera la preparación, la perspectiva y la acción consciente son las llaves para desbloquear las puertas que el azar nos presenta. En el cuento “Los tres príncipes de Serendip”, viajaban solventando inconvenientes. Así hallaban contestaciones a los misterios que aparecían y de esa forma los príncipes se preparaban para aprender a regir.

El Test de la Buena Suerte: La buena suerte no es sencillamente un regalo del azar, sino más bien un resultado directo de nuestra capacidad para contestar frente a lo inopinado. Examinemos la relevancia de mudar nuestra relación con la realidad, dejando de aguardar que las cosas sucedan y, en cambio, produciendo activamente las condiciones a fin de que los acontecimientos convenientes se reproduzcan.

El espectador espera que los hechos sucedan, el protagonista consigue que las cosas ocurran.

Serendipidad: Descubrimientos Accidentales: La serendipidad es hacer descubrimientos casuales, es una técnica poderosa. Siguiendo la idea de Pasteur de que el azar favorece a las psiques preparadas, exploraremos de qué manera el azar puede transformarse en ocasión y de qué manera las contestaciones convenientes ante situaciones inopinadas pueden llevar a grandes logros.

Estación Oportunidad: Es esencial saber reconocer la estación ocasión cuando aparece en nuestras vidas. La dicha no consiste solo en llegar al destino, sino más bien en gozar la manera de viajar. Aprenderemos a aprovechar cada momento como una ocasión de descubrimiento, inspirándonos en la curiosidad innata de un pequeño.

Newton dijo: “Yo no soy un genio, estoy parado sobre las espaldas de gigantes”. Es que la vida es cortísima para aprender de primera mano y a los golpes. Hay que aprovechar a los que viajaron ya antes. Como afirmó Goethe, “lo que has heredado debes adquirirlo para que sea tuyo”.

Los príncipes descubrían cosas involuntariamente. Navegaban sobre las olas del destino, dejando que el azar ordenara sus vidas. La Serendipidad o buena fortuna menciona a los descubrimientos por azar.

Sin embargo, el éxito no es casual y el los pies en el suelo no es tan común como semeja. Para transformar el azar en buena suerte hay que emprender un viaje cara atrás en el túnel del tiempo. Así se encontrará al pequeño que se lleva dentro y se entenderá que “el niño es el padre del hombre”.

En mil setecientos cincuenta y cuatro escritor Horace Walpole se enamoró del cuento e ideó el término serendipity.

Casos de serendipidad.  Hierón de Siracusa solicitó a Arquímedes que determinase si la corona que le habían entregado era de oro, como había contratado. Como el peso de la corona era igual al oro entregado no podía revisar lo que suponía era una estafa. Arquímedes dormía en la bañera. Al zambullirse el agua desbordó y se despertó gritando: “Eureka” (lo hallé). Dedujo que podría revisar la constitución de la corona, suponiendo que tenía una mezcla de oro y plata. Hizo edificar una corona de oro y otra de plata, de igual peso y advirtió que la primera hacía desbordar menos agua. La equiparó con la corona del rey y verificó el fraude.

Alfred Wegener observando un mapa, se percató de que las costas de África y Sudamérica se parecían y dedujo que los dos continentes habían estado juntos hace millones de años.

En mil novecientos setenta y ocho midiendo las peculiaridades orbitales de Plutón. James Chisty puso una placa fotográfica de Plutón en un explorador. Advirtió una protuberancia, y decidió descartar la fotografía. Christy observó otras precedentes. Encontró ficheros que mostraban al mismo bulto. Sus estudios siguientes mostraron que era una luna de Plutón a la que llamó Caronte.

El descubrimiento del ADN es otro ejemplo. En mil novecientos sesenta y dos, el biólogo James Watson, el físico Francis Crick y Maurice Wilkins descubrieron la estructura de la molécula llamada «el secreto de la vida». Su descubrimiento se debió al advertir que los pares de las bases nitrogenadas no eran iguales como hasta ese momento se pensaba.

La naturaleza actúa con serendipidad: las especies evolucionan en lapsos de tiempo estables en ciertos casos y en otros después de grandes alteraciones. Esos cambios se generan al azar.

No solo los grandes descubrimientos sino más bien asimismo pequeñas contribuciones tecnológicas tienen raíces en la serendipidad. Bette Nesmith, volcó pintura blanca en un frasco de esmalte para uñas e ideó el corrector líquido para fallos al teclear, el liquid paper. Bich, agotado de lapiceras que manchan, creó el boli bic, aplicando el invento de un libre.

Todos se animaron a arriesgar. Para descubrir hay que aprovechar que hay más dinero en el planeta que talento para hacerlo mejorar. Dicen que los inventos y ciertas mujeres son la ruina del hombre, mas el triunfador tiene el deseo de hacer que las cosas ocurran.

En el interior de cada hombre, hay un gigante dormido. Desde el aparejo más simple hasta el aeroplano moderno, nacieron en la psique del hombre. Pero la psique es por naturaleza vagabunda. Por eso, si se aprende a dominarla se hace de cada vida una propia construcción.
La innovación no es casual, la preparación y el ahínco son precisos, sumados a la inventiva. Hoy los estudiosos pierden parte de ella a favor del utilitarismo.

Creatividad, Entusiasmo e Inteligencia: El papel de la inventiva, el entusiasmo y la inteligencia es vital en la administración de la serendipidad.  En todas y cada una de las grandes invenciones siempre y en todo momento la psique creativa ve ocasiones donde otros no las ven y el entusiasmo infeccioso puede convertir la realidad.

Optimismo y Acción Consciente: El optimismo desempeña un papel esencial en el aprovechamiento de la serendipidad,  desarrollando técnicas para abordar situaciones inopinadas y comprendiendo que la contestación al azar es la clave de la buena suerte. Henry Ford lo resumió: «Siempre llevamos razón, cuando creemos que nos irá bien o mal». Aprendamos a meditar en una dirección que aumente la aptitud de nuestros objetivos.

Conclusión: A medida que nos sumergimos en el alucinante planeta de la serendipidad, descubrimos que la buena suerte no es un capricho del destino, sino más bien el resultado de nuestra capacidad para contestar con sabiduría y inventiva a las ocasiones que creamos o que se nos presentan. Al abrazar la serendipidad, nos transformamos en arquitectos de nuestro destino, convirtiendo el azar en una fuerza positiva que impulse nuestras vidas cara nuevos horizontes.

Juan Pablo Cortez

Bogotá (Colombia), 1989. Apasionado por la investigación y el análisis de temas de interés público. Estudió comunicación social en la Universidad de Bogotá y posteriormente obtuvo una maestría en periodismo investigativo en la Universidad de Medellín. Durante su carrera, ha trabajado en diversos medios de comunicación, tanto impresos como digitales, cubriendo temas de política, economía y sociedad en general. Su gran pasión es el periodismo de investigación, en el cual ha destacado por su habilidad para descubrir información relevante y sacar a la luz temas que a menudo se mantienen ocultos.