La movilidad laboral podría equipararse con un acordeón: se contrae veloz cuando hay una crisis económica y se dilata poquito a poco conforme la actividad se recobra. Pasó con la recesión de dos mil ocho, cuando los traslados de trabajadores entre comunidades se frenaron en seco y tardaron años en regresar a medrar, y se dibuja una tendencia semejante tras la crisis generada por la pandemia: el número de desplazamientos cayó de forma fuerte en el periodo dos mil veinte-dos mil veintiuno y ha seguido descendiendo en el bienio siguiente, conforme refleja la última estadística de Movilidad del Mercado de Trabajo en las Fuentes Tributarias. Entre dos mil veintiuno y dos mil veintidos, ciento cuarenta y nueve mil cuarenta y seis asalariados cambiaron su zona de vivienda, un quince% menos respecto al periodo precedente. Lo que sí ha recuperado la normalidad son los flujos de intercambio entre autonomías: Madrid es de nuevo la zona con el mejor saldo entre trabajadores que llegan y se van, al paso que la España vacía retorna a su frecuente sangría de asalariados.

“Lo que ocurrió durante la pandemia fue un efecto artificial y muy transitorio”, opina Javier Blasco, directivo del Adecco Group Institute, motivado por la mayor flexibilidad para teletrabajar que ahora se ha perdido —”hay una suerte de inercia en las compañías a regresar a la presencialidad”, asegura— y el gran número de personas bajo el paraguas de un ERTE. El especialista en recursos humanos agrega que la movilidad geográfica ha sido históricamente escasa en España, debido a razones culturales como el enorme volumen de residencia en propiedad. “Pero ahora existe también un problema de excesiva moderación salarial y de formación”, apostilla.

Por un lado, los trabajadores más cualificados no logran propuestas salariales que les motiven a moverse; por el otro, a los menos formados les cuesta recalificarse. Y todo ello en un escenario económico dudoso y de elevada inflación. “Además, hay que considerar que en España los mayores salarios se concentran en las zonas metropolitanas, y como parte de la industria entre en crisis habrá una huida hacia las grandes ciudades”, agrega Blasco.

Las áreas con grandes ciudades internacionalizadas y polos empresariales desarrollados acostumbran a portarse como imanes que atraen grandes flujos de trabajadores a costa de las zonas más periféricas, un fenómeno común a otros países. Con la crisis sanitaria, los confinamientos y las restricciones a la movilidad, no solamente los desplazamientos cayeron en conjunto (prácticamente un treinta% tras tocar un máximo de doscientos cincuenta desplazamientos en dos mil diecinueve), sino ciertas de estas frecuentes activas internas se desdibujaron: la Comunidad de Madrid contabilizó por vez primera un saldo negativo entre salidas y llegadas de trabajadores de otras autonomías, a la vez que territorios como Castilla-La Mancha, Castilla y León o Galicia registraron un superávit de asalariados o recortaron de forma radical la hemorragia que venían arrastrando desde hace unos años.

Ahora los flujos han regresado al comportamiento precovid. Madrid volvió a terreno positivo y registró, de lejos, el mejor saldo de todo el mapa, al ganar once y trescientos cincuenta asalariados —llegaron cuarenta y novecientos cuarenta y cinco y se fueron veintinueve.595—. Elsa Noguera, de treinta y dos años, ejemplariza esta activa incombustible. La pasada primavera se fue de Galicia, donde trabajaba de técnico de ventas internacionales para una compañía en el campo naval, a la capital, para ocupar un puesto en una compañía de desarrollo de software y herramientas de simulación y analítica de datos. “Me mudé por una nueva oferta de trabajo, con mejores condiciones, y por cambiar de vida y mejorar”, asevera.

Madrid no solo registra el mejor saldo, asimismo es la comunidad más dinámica: fue la que más trabajadores acogió (cuarenta y novecientos cuarenta y cinco), procedentes sobre todo de Castilla-La Mancha y Andalucía, y la que registró a la vez el mayor número de salidas (veintinueve.595). Javier López es parte de este segundo conjunto. Madrileño, de cuarenta y nueve años, tramitador de siniestros de vehículo en una empresa aseguradora, dejó a mediados de dos mil veintidos su urbe natal para mudarse a Zaragoza con toda la familia.

“El motivo principal es que mi mujer estaba ocupando un puesto de representación con sede en Madrid y se tuvo que incorporar a su puesto de trabajo que está en el Ayuntamiento de Zaragoza”, explica. Pidió el traslado a su empresa, que se lo concedió manteniéndole exactamente las mismas condiciones. “Sigo dependiendo de mi departamento de Madrid. En realidad es como si fuese un teletrabajo, solo que en vez de estar en casa, pues tengo una mesa aquí en la oficina de Zaragoza”, especifica, y agrega que si no hubiese sido por razones familiares no se hubiera ido. “Pero ahora que tomamos la decisión no lo cambio. Zaragoza es una ciudad, desde mi punto de vista, mucho más cómoda para vivir que Madrid y también más económica”.

La estadística, elaborada por la Agencia Tributaria, se fundamenta en la declaración de retenciones e ingresos a cuenta sobre rendimientos del trabajo y solo considera a los asalariados —tanto del campo público como privado— que se mueven entre comunidades de régimen común, excluidos el País Vasco y Navarra. La condición a fin de que el traslado aparezca es que el impositor haya trabajado los un par de años que se equiparan, en un caso así dos mil veintiuno y dos mil veintidos.

El segundo mejor saldo es el de Cataluña, que cerró el periodo con dos mil setecientos cuarenta y ocho trabajadores más, un treinta% por encima que el ejercicio anterior. Le prosiguen las islas Baleares (mil setecientos noventa y siete), que al igual que Canarias (813) han recobrado brío gracias a la recuperación del turismo, la Comunidad Valenciana (666), Murcia (216) y La Rioja (51). En el otro extremo está Andalucía, una comunidad con un dinamismo elevado, pero con un resultado negativo (perdió 6.355 trabajadores), a favor sobre todo de Madrid y Cataluña.

Castilla-La Mancha y Castilla y León son las dos comunidades con el peor saldo después de Andalucía, un resultado se ha deteriorado con fuerza —es negativo en 3.468 y 3.095 personas, respectivamente— y ha borrado todos los avances registrados durante la pandemia. Los principales flujos van dirigidos a Madrid y Cataluña. También Aragón, Galicia y Cantabria pasan a tener números rojos, un terreno en el que Asturias y Extremadura ya se movían en el ejercicio anterior.

Orestes Wensell, Director general de Talent Solutions (ManpowerGroup), asevera que Madrid y Barcelona están copando el grueso de las contrataciones con un 17% y un 12% del total, respectivamente. “Es normal: donde hay mayor concentración de empresas es en las grandes ciudades”, señala. Este grado de concentración va a mantenerse en cierta medida en el futuro, pero hay cada vez más proyectos y nuevos hubs en otros lugares, por ejemplo Valencia o Extremadura”.

Jóvenes y temporales

Los jóvenes, los extranjeros, los trabajadores con una situación laboral más precaria y con menor antigüedad son los más dispuestos a mudarse, según la última Estadística de movilidad laboral y geográfica del INE. Es el caso de Elisa (nombre ficticio). Arquitecta, de 28 años, en noviembre de 2021 dejó la capital para mudarse a Ourense. La razón principal del traslado fue un cambio de empleo. “Trabajaba en consultoría inmobiliaria y me dedicaba sobre todo a tratar las propiedades de fondos de inversión. Quería volver al estudio de arquitectura como tal, me salió una oportunidad y me cambié”. Después de esa experiencia encontró otro empleo en exactamente la misma urbe en el departamento de arquitectura de una grande firma de tendencia. “Ahora quiero establecerme, llevo muy poco en esta nueva empresa, aunque soy una persona a la que no le importa demasiado el cambio”.

María Sánchez, de veintinueve años, ensayó el camino de ida y vuelta. En diciembre de dos mil veinte, en plena alarma por la variación ómicron, terminaba de acabar la especialidad de enfermería comunitaria en Madrid, tenía un contrato covid y una pareja en otra comunidad. “Me mudé a Barcelona”, zanja. La motivación personal, en su caso, se juntó con la profesional: “Estuve un tempo aclimatándome. Enseguida me puse a buscar y empecé a trabajar en atención primaria como enfermera”. Hace unos meses volvió Madrid, otra vez por una mezcla de razones: el deseo de estar cerca de su familia, una relación que no prosigue y una oposición para el Ayuntamiento que ha aprobado. “¿Mudarme otra vez? Es complejo”, responde. “Por una parte, me costaría. No estaría dispuesta a mudarme en el corto plazo. Pero no lo descartaría, en el largo plazo nunca se sabe”.

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Mercedes Cruz Ocaña