Queda apenas un mes para el final de la presidencia de España del Consejo de la Unión Europea, una presidencia marcada por el legado de la pandemia provocada por la covid-diecinueve y la guerra en Ucrania, que han puesto de relieve las esenciales dependencias estratégicas de Europa por lo general y España en particular, en las cadenas de suministros de áreas esenciales como la sanitaria, la alimenticia o la energética.

Además de poner en alerta el bienestar de nuestras sociedades, estos acontecimientos revelan la alta velocidad con la que se están generando las innovaciones y el impacto excepcional que estas tienen es nuestra forma de vida.

De este modo, a lo largo de estos 6 meses de presidencia de España, Europa ha puesto el foco en la autonomía estratégica abierta, y señalado el papel clave que tendrán las tecnologías profundas o deep tech en nuestra capacidad de contestación ante retos futuros.

La Comisión Europea ha señalado además de esto a ciertas de estas como tecnologías críticas para Europa: biotecnología, semiconductores, inteligencia artificial y tecnología cuántica han sido identificadas como áreas trascendentales para el futuro de la Unión y su autonomía estratégica, no solo por los peligros de dependencias y amenazas que puede suponer que Europa quede atrás, sino más bien asimismo por su potencial disruptivo.

Además, la Comisión Europea anunció el lanzamiento de un fondo soberano llamado STEP, que está orientado al desarrollo de capacidades industriales relacionadas con estas tecnologías.

Sin embargo, el impulso de las deep tech no es sencillo. Requiere miradas y sacrificios muy particulares pues su naturaleza e impacto, como apunta el Informe Deep Tech and the Great Wave of Innovation, son muy, muy diferentes a otros desarrollos tecnológicos. Son innovaciones de base científica, por este motivo las compañías que desarrollan deep tech acostumbran a estar en el centro de un ecosistema de I+D profundo que implica universidades y laboratorios de investigación, y subvenciones gubernativos que dan un ambiente de apoyo. Se centran además de esto en dar contestación a inconvenientes globales, como se patentiza en el hecho de que el noventa y siete% de las compañías de tecnología profunda contribuyen cuando menos a uno de los objetivos de desarrollo sustentable de la ONU. Finalmente, estas tecnologías se identifican por la complejidad y costo de su innovación, ya que puede tardar años en llegar al mercado, y acostumbran a requerir grandes cantidades de inversión, implican una elevada inseguridad y un alto peligro.

En este contexto, resulta ineludible preguntarse qué papel desea y puede jugar España. Ahora es el instante de meditar y desarrollar una estrategia que nos deje posicionarnos. En primer sitio, pues en los últimos tiempos hemos hecho un esmero en inversión en I+D sin precedentes, que nos ha tolerado lograr un ciento cuarenta y cuatro% del PIB, cifra que, si bien está lejos de la media europea, ha supuesto un salto notable. En segundo sitio, pues esa inversión se ha acompañado de la reciente aprobación de la ley de start-ups, clave en el impulso de la innovación. Y, en tercer lugar, pues este país tiene la ocasión de aprovechar su potencial científico con tecnologías profundas made in Spain.

Este programa de trabajo requiere una mirada trasversal, congruente y colaborativa entre los diferentes agentes y niveles de gobierno. Solo la puesta en marcha de agendas interministeriales mediante un Alto Comisionado puede garantizarnos la gobernanza de una cuestión tan compleja como impulsar tecnologías estratégicas profundas que tendrán un impacto indiscutible en nuestra salud, nuestra nutrición, la sostenibilidad de nuestro planeta, nuestra industria, nuestra defensa o nuestro modelo económico. Cada una de estas políticas corresponde a un departamento ministerial y muchos de ellos cuentan con sus fondos, agentes o instrumentos concretos ligados a estas tecnologías profundas, habitualmente vinculados a los fondos Next Gen, mas precisamos una mirada holística que ningún ministerio está en condiciones de ofrecer por sí solo. No se trata de duplicar sacrificios, sino más bien de integrarlos y conectarlos con el primer nivel de la agenda gubernamental: ningún líder con visión de futuro puede continuar al lado de estas revoluciones que cambian la geopolítica a escala global.

Ion Arocena es directivo general de AseBio.

Jorge Barrero es directivo general de COTEC

Alfonso Gabarrón es gerente de AESEMI

Sergio Sáez es directivo de SECPHO

Adrian Cano

Santander (España), 1985. Después de obtener su licenciatura en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, decidió enfocarse en el cine y se matriculó en un programa de posgrado en crítica cinematográfica. Sin, embargo, su pasión por las criptomonedas le llevó a dedicarse al mundo de las finanzas. Le encanta ver películas en su tiempo libre y es un gran admirador del cine clásico. En cuanto a sus gustos personales,  es un gran fanático del fútbol y es seguidor del Real Madrid. Además, ha sido voluntario en varias organizaciones benéficas que trabajan con niños.