La Unión Europea ha fijado dos mil treinta y cinco como el fin de la venta de turismos y furgonetas de combustión. Es un enorme reto para la industria del vehículo, y para España como país ya que somos el segundo fabricante de automóviles en Europa, solo tras Alemania. El campo, en su cadena de valor, ha asumido el reto y lleva en su ADN descarbonizar y electrizar la movilidad de ciudadanos y empresas.

La reducción de emisiones fijada por la UE es un imperativo que se debe conseguir, mas sin sacrificar una de las joyas de nuestra industria del automóvil: la competitividad. Competitividad entendida como la capacidad de este país para posicionarse por delante de otras zonas y estados, y que ha tolerado que tengamos hoy día diecisiete factorías de automóviles y más de mil distribuidores de automoción instalados por toda la geografía de España, con lo que ello acarrea para el progreso económico y la vertebración social. Esta transición abre grandes posibilidades, y asimismo supone peligros —el más esencial, quedar atrás en la carrera por las nuevas inversiones—, mas desde el campo estamos persuadidos de que España cuenta con una ocasión única para seguir siendo un país puntero cuando solo se puedan vender automóviles cero emisiones.

Ahora bien, es precisa una cooperación público-privada que deje a la industria las condiciones para conseguir la descarbonización de la movilidad. Solo nos quedan doce años, aprovechémoslos.

Para comenzar, hay que impulsar la demanda de nuevos automóviles y recobrar el mercado a fin de que la última tecnología, en eficacia y en seguridad, llegue a nuestras carreteras. Una vez más, este año no vamos a llegar al millón de turismos vendidos. Además, hasta octubre, solo el once% han sido electrizados, cuando la media europea se ubica en el veintiuno%, y la de Portugal, con menos renta por cabeza que , en el veintinueve%.

Necesitamos apresurar las ventas de automóviles de bajas y cero emisiones pues, si no se venden estos automóviles en España, va a ser bastante difícil atraer inversiones a este país para la fabricación de baterías y de nuevos modelos de automóviles electrizados que afiancen el potente ecosistema de innovación con el que contamos.

La industria del vehículo aporta el diez% del PIB y un par de millones de trabajos en toda la cadena de valor. Y, sin estas inversiones, vamos a perder el segundo puesto como fabricante y, lo peor, asimismo peso industrial y empleo de calidad, estable y repartido por todo el país. Además, si logramos sostenernos como segundo fabricante a nivel europeo, vamos a facilitar anclar acá el espléndido talento que tenemos en nuestras empresas y ofrecer carreras de futuro para los miles y miles de ingenieros que salen de nuestras universidades.

En paralelo, tenemos que fortalecer nuestra política industrial. Construir la autonomía estratégica, del mismo modo que hace Estados Unidos con la Inflation Reduction Act o China favoreciendo a su industria. Esto pasa por sostener las líneas tradicionales de la política industrial y, sobre todo, por integrar en ella, y con un enfoque industrial y empresarial, los nuevos factores de competitividad. Por ejemplo, la circularidad o la descarbonización de las factorías, aparte de una energía renovable y accesible para la automoción. No se trata tanto de aplicar medidas proteccionistas sino más bien de fortalecer nuestras ventajas a nivel competitivo. Y en energía renovable somos invencibles a nivel europeo.

Por eso, Anfac y Sernauto, con la cooperación de KPMG, presentamos en el mes de septiembre el informe Nuevos desafíos del campo de la automoción en España. El objetivo de esta publicación no es otro que proponer la plan de actuación que nos deje conservar la competitividad de la industria en la transformación cara la movilidad de bajas o cero emisiones.

El informe esgrime 5 líneas de actuación para encarar los desafíos de la transición y, a su vez, fortalecer nuestra competitividad y fomentar la soberanía industrial y tecnológica. En primer sitio, precisamos ganar control en la cadena de valor del vehículo electrizado. Debe estimularse la implantación de gigafactorías de baterías y la producción de componentes electrónicos de valor añadido, aparte de facilitar la concesión de permisos y reducir las trabas burocráticas para la extracción de litio.

En segundo sitio, se ha de apostar por la tecnología, el conocimiento y la I+D+i. Esto se consigue con un sistema que fortalezca las deducciones fiscales en I+D+i e incentive el establecimiento de centros de desarrollo tecnológico y de conocimiento para encarar la transformación con más garantías mediante la tecnología y al objeto de conservar la competitividad y el uso.

En tercer sitio, España debe sacar provecho de la normativa verde. Tenemos trescientos días de sol al año, y las energías renovables nos van a permitir reducir las emisiones de los procesos productivos. A esto, debemos unir los procesos de economía circular como la remanufactura de automóviles y componentes.

En cuarto sitio, la industria debe amoldarse al nuevo modelo de vehículo eléctrico flexibilizando las ayudas directas al capex y no solo al opex para convertir las plantas de producción y desarrollar un marco normativo estable que favorezca las inversiones privadas. Sin olvidar el apoyo a la Formación Profesional Dual para readaptar los perfiles profesionales.

En quinto y último sitio, si España desea reposicionarse como un país amigo del vehículo, tanto de la fabricación del vehículo, como de sus componentes y de su comercialización, ha de fijar un interlocutor único y directo con la Administración, que tendría que ser el Ministerio de Industria para asegurar la coordinación con el resto de departamentos.

En resumen, España se halla frente a una ocasión única para crear un hub de la electromovilidad en Europa en toda la cadena de valor del vehículo. Y debemos aprovechar esta transformación para robustecer un pilar clave de la economía de España. Ahora es el instante de jugar en equipo, de centrar nuestros sacrificios y de establecer una estrategia de país firme y ambiciosa en materia industrial para sostener la competitividad y proseguir jugando en la Champions del vehículo europeo.

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Mercedes Cruz Ocaña