El comienzo del ciclo político coincide con una fase de debilitamiento de la economía, en un contexto internacional dudoso, mas no exento de ocasiones. El desarrollo pierde vigor, como patentiza la leve caída de la afiliación registrada en lo que va de mes (cerca de diecisiete afiliados menos en términos mensuales y desestacionalizados). Si bien el periodo navideño acostumbra a ser positivo para el consumo, cabe aguardar un desarrollo flaco en el último trimestre del año.

El primordial lastre procede del ambiente europeo, con una locomotora alemana parada, que no termina de digerir la desconexión del suministro ruso ni la necesidad de reducir su dependencia de China, frente a una política económica titubeante. Las últimas previsiones de la Comisión Europea apuntan a un desarrollo en la eurozona de apenas el cero con seis% para este año, con 7 países en negativo. Tampoco ayuda que los asociados europeos estén compitiendo en subvenciones para atraer inversión o ganar competitividad de forma espuria, los unos en menoscabo de los otros. Es incierto que la inyección de más de setecientos millones de euros de dinero público en término de “ayudas de Estado” (conforme los registros de la Comisión para este año) mejore para nada el potencial del conjunto de la UE.

La buena nueva es que la desinflación semeja consolidarse, merced de la moderación de los costos del petróleo y de los sueldos, con dos consecuencias. Una, los hogares podrían recobrar algo de poder adquisitivo, siempre que el mercado de trabajo prosiga soportando. Dos, la desescalada del IPC, así como la atonía de la demanda, recomiendan una pausa en la subida de géneros de interés por la parte del BCE, y más tarde una posible relajación. Esto da alas a la Comisión para predecir una restauración de la eurozona: el desarrollo se duplicaría hasta el uno con dos%. La hipótesis de los especialistas de Bruselas semeja optimista, mas no es inverosímil.

En todo caso, la economía de España proseguiría siendo una de las que más medra. Además, múltiples factores se conjugan, teóricamente, para sostener el impulso. La energía es más económica que en el resto de la UE, contribuyendo a unos costos de producción competitivos. El gas cuesta un dieciseis con seis% menos que la media europea, y la electricidad en torno a un cuarenta%, con datos de Eurostat del primer semestre en términos netos de impuestos y tasas. El diferencial de costos energéticos y no energéticos se refleja en un superávit creciente de nuestro comercio exterior intracomunitario.

El talón de Aquiles se encuentra en las cuentas públicas. La deuda se ha reducido en proporción del PIB, mas solo por el doble efecto de la inflación y del crecimiento: se calcula que, descontando los dos factores, el endeudamiento proseguiría donde estaba hace un par de años. Ahora que los costos se moderan, el desarrollo flaquea y las cargas financieras se encarecen, el orificio presupuestario solo va a poder corregirse equilibrando los ingresos y los gastos corrientes. Es decir, suprimiendo el llamado déficit primario. Esta es asimismo la condición precisa a fin de que nuestro pasivo sea sustentable, ya que el volumen de bonos a refinanciar en el futuro próximo va a ser muy elevado, forzando a los Estados a ofrecer una rentabilidad alta para sus emisiones de bonos.

En un escenario inercial, que incorpora la eliminación de la mitad de las medidas antiinflación (aproximadamente lo que se desprende desde una interpretación libre de los anuncios de investidura), el déficit primario se reduciría hasta el 1% del PIB en dos mil veinticuatro (el déficit total, incluyendo el gasto por intereses de la deuda, sería del tres con seis%, conforme el acuerdo de Funcas). Por tanto, el ajuste se elevaría a unos quince millones de euros. Un esmero que, distribuido en dos o 3 años, semeja viable y socialmente asumible, siendo además de esto indispensable para consolidar el desarrollo de la economía y asegurar el Estado de bienestar.

Deuda

Es probable que el costo de financiación de los Estados se sostenga a un nivel elevado, aun si el Banco Central Europeo relajase sus géneros de interés. Esto es pues, frente al volumen de pasivos y la desinversión de los bancos centrales, los Estados deberán poner en el mercado un ingente volumen de deuda. En España, en los dos próximos años vencerán bonos por un total de trescientos cuarenta y dos mil trescientos millones de euros, en torno al veintitres% del PIB (a ello se agrega la necesidad de financiar el déficit). Asimismo, la deuda que vence en toda la eurozona alcanza los dos con siete billones de euros (equivalentes al diecinueve% del PIB). 

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Mercedes Cruz Ocaña