La prácticamente barra libre de las ayudas de Estado para amortiguar la subida de los costos de la energía se alargará, por lo menos, hasta el treinta y uno de marzo. Bruselas ha remitido este lunes a las capitales un boceto que contempla permitir a los Estados miembro sostener el socorro público para aquellas empresas a las que ahogan los costos de la energía, a pesar de que ya hace ya tiempo que en sus recomendaciones de política fiscal solicita que los presupuestos nacionales vayan cerrando el grifo y que en informes elaborados por su departamento de energía asevera que los picos de costos vistos en dos mil veintidos quedan lejos. El Ejecutivo comunitario va a recibir ahora las observaciones de los Estados.

En específico, el departamento de Competencia, dirigido ahora por el belga Didier Reynders, ha informado de que ha planteado que se alarguen dos líneas del marco de crisis y transición energética que expirarían el próximo treinta y uno de diciembre: la que deja ayudas de hasta un par de millones a empresas golpeadas por el aumento de costos y la que deja la compensación parcial a compañías intensivas en energía por “los costes adicionales debidos a los aumentos excepcionales de los precios del gas y la electricidad”. Sendas líneas son las que concluirían al terminar este año, pues otras ya puestas en marcha con la invasión de Ucrania por Rusia tenían el plácet desde el pasado marzo.

Hace 9 meses la Comisión, además de esto, rediseñó casi toda su política de ayudas de Estado para dejar que los subsidios lleguen a las compañías en su precisa adaptación a la transición energética y a la política de descarbonización. Se abrió mucho la mano a fin de que el ámbito privado pudiese contar con el socorro público para efectuar las inversiones precisas sin perder competitividad, visto que en zonas del planeta (Estados Unidos, China, Japón) contendientes se regaba con dinero de los impositores a las compañías para hacer este recorrido.

Este pasó provocó tensión entre los diferentes Estados miembro que se temen que la relajación de la política de ayudas públicas observada en múltiples frentes terminé por reventar el mercado único. Por un lado están Alemania —país que está padeciendo una crisis esencial con la guerra y el cambio de modelo económico y energético que ha provocado y que, al tiempo, cuenta con gran margen fiscal para asistir a su ámbito privado— y Francia. Y, por otra parte, países más pequeños que por su tamaño, a pesar de contar con presupuestos saneados, jamás podrían lograr el volumen de las grandes economías de la UE. También estaban otros países con menos margen fiscal.

La relajación del marco de ayudas de Estado fue una de las primeras medidas económicas que adoptó Bruselas al empezar la invasión de Ucrania y reventar la crisis de costos energéticos. La puso en marcha el veintitres de marzo de dos mil veintidos y desde ese momento la ha prorrogado en múltiples ocasiones.

Esta resolución venía avalada por lo sucedido a lo largo de la pandemia, cuando para eludir la ahoga del ámbito privado se abrió la mano a fin de que las capitales pudiesen salvarlo. Desde entonces la cantidad de ayudas públicas repartidas por los Estados se ha disparado. Si en dos mil diecinueve la cantidad subió a cerca de ciento cuarenta millones, un año después ascendió a prácticamente trescientos noventa, contando a Reino Unido (trescientos veinte sin sumarlo). Un año después, en dos mil veintiuno, ya sin Londres tras el Brexit, la cantidad fue prácticamente exactamente la misma, según los datos del departamento de Competencia de la Comisión.

Todavía no hay datos de dos mil veintidos ni, lógicamente de dos mil veintitres, mas los números temporales de líneas ayudas —no dinero gastado— a las que Bruselas ha dado el visto bueno adelantan cifras significativas. Por ejemplo, tras la nueva regulación aprobada en el tercer mes del año hasta el pasado agosto la cantidad de líneas de subvenciones, créditos o apoyos lanzados desde los Estados con el respaldo de la Comisión ascendía a setecientos cuarenta y mil millones de euros, la mitad de los que corresponden a ideas de Berlín.

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Mercedes Cruz Ocaña