PSOE y Sumar han acordado la reducción de la jornada laboral en España. Los socialistas se resistían a admitir el planteamiento de la capacitación que dirige Yolanda Díaz, mas los dos partidos se han acabado encontrando. A falta de conocer la letra pequeña del pacto, si se cumplen lo pactado, de las cuarenta horas de jornada ordinaria semanal que establece actualmente el Estatuto de los Trabajadores se pasaría a treinta y siete,5 en dos mil veinticuatro y a treinta y cinco durante la legislatura. Y si la medida acaba recibiendo el refrendo del Congreso (para lo que precisaría el apoyo de conjuntos nacionalistas de derechas), España daría un paso nuevo en décadas en materia de derechos laborales.
El último cambio en la jornada ordinaria de trabajo fue aprobado por el Gobierno socialista de Felipe González en mil novecientos ochenta y tres, cuando era de cuarenta y tres o cuarenta y dos horas (conforme se tratara de jornada continua o partida). El ministro de Trabajo de entonces, Joaquín Almunia, charló de esta medida como una reivindicación “ampliamente sentida”. Alianza Popular —formación desde la como después se formó el PP—, entonces en la oposición, estimó que los cambios de jornada de trabajo se debían dejar a cargo de la negociación colectiva, una situación que defienden frecuentemente los empresarios. Como señalaba la crónica de este periódico, el asimismo socialista Joaquín Leguina “con su habitual estilo parco y lacónico, trató de restar importancia a los ataques que CEOE y banca hicieron ayer a esta reducción de la jornada laboral”.
40 años después, la patronal ha vuelto a manifestarse contra la reducción de jornada. “Lo que no es normal es que la actual ministra de Trabajo diga que vamos a pagar lo mismo trabajando una hora menos”, dijo en el mes de julio Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, al ser preguntado por la propuesta que Sumar llevaba en su programa electoral. El Ministerio de Trabajo procuró sacar adelante una ley de usos del tiempo la pasada legislatura, mas la convocatoria de elecciones frenó esta posibilidad.
Una de las primordiales críticas de la patronal a este respecto es que España se encuentra entre los países con menor productividad. En un corto plazo, ciertos analistas piensan que esta medida ahondaría en este inconveniente, al paso que otros reclaman los resultados positivos (tanto para la salud de los trabajadores para la productividad de las compañías) de ciertas pruebas conduzco de reducción del tiempo de trabajo. Otra de las dificultades de esta medida es que en España dominan actividades del campo servicios de bajo valor añadido, como la hostelería, con ratios de productividad muy, muy bajas, escasos márgenes y condiciones de trabajo precarias. Con todo, el Gobierno viene defendiendo que el tejido productivo cambiará, que las actividades con sueldos altos ganan peso en los últimos meses y que a futuro proseguirán medrando.
Los sindicatos sí se han mostrado en favor de esta contracción del tiempo de trabajo. “Queremos que en el Estatuto de los Trabajadores, donde pone que la jornada máxima legal son 40 horas semanales, ponga 35 horas”, señaló últimamente el secretario general de UGT, Pepe Álvarez. El líder de CC OO, Unai Sordo, asimismo apoya una contracción de la jornada, mas piensa que hay otras medidas clave para administrar mejor el tiempo de trabajo: “De poco vale trabajar 37 o 39 horas si la hora de entrada o de salida o la desconexión digital la decide unilateralmente la empresa o el empresario, siempre; tan importante como saber cuántas horas se trabajan a la semana, es saber cómo se decide la distribución de la jornada laboral”.
Las jornadas de trabajo en Europa
Con este cambio, España se aproximaría a las treinta y cinco horas de Francia. Los franceses cambiaron su jornada de trabajo en mil novecientos noventa y ocho, mas es muy frecuente que se apliquen jornadas más largas: el Gobierno da extensas posibilidades a las compañías para saltarse el límite por reestructuraciones, apertura de nuevos mercados o “causas excepcionales”. La jornada ordinaria asimismo es más corta en Bélgica, donde queda establecida en treinta y ocho horas.
Sin embargo, lo más frecuente en Europa es la jornada ordinaria de cuarenta horas. Ese es el escenario en Grecia, Hungría, Italia, Polonia o Portugal, como recogen los datos de la OCDE. Otra variable diferente, y prácticamente más esencial, es la jornada media pactada, esto es, cuántas horas recogen en promedio los convenios colectivos. Hay países en los que este aspecto queda a cargo de la negociación colectiva, como en Alemania, con treinta y ocho,2 horas de media, exactamente el mismo registro que España. Es algo más que en Finlandia (treinta y ocho), Países Bajos (treinta y siete,4) y Dinamarca (treinta y siete).
En España hay convenios de empresa o sectoriales que ya recogen una jornada ordinaria inferior a las cuarenta horas. El caso más conocido es el del campo público, donde la jornada ya está establecida, por norma, en treinta y siete,5 horas. También hay trabajadores privados en esa situación, mas son minoría (en torno a uno con seis millones).
Otra variable a tener en consideración es la media de horas trabajadas, un factor muy condicionado por las jornadas parciales. Según los datos de Eurostat, en dos mil veintidos los empleados españoles trabajaron de media treinta y seis con cuatro horas por semana, sutilmente sobre la media europea (treinta y seis con dos). Esta situación contrasta con la de Países Bajos (treinta y uno con uno), Noruega (treinta y tres con dos), Dinamarca (treinta y tres con siete) o Alemania (treinta y cuatro con cuatro), países con un renta por cabeza alta, a la inversa que aquellos que más horas trabajan a la semana: Serbia (cuarenta y dos,2), Grecia (treinta y nueve con siete), Rumania (treinta y nueve con siete) o Polonia (treinta y nueve con cinco).
Otro factor del panorama de España es que nuestras jornadas están peor repartidas a lo largo del día: entre las ochocientos y las ochocientos diez trabajan o estudian el catorce con tres% de los españoles y entre las veinte y las veinte y diez, el diez con nueve%. En Italia, por poner un ejemplo, hay más personas trabajando o estudiando a la primera hora (veinte con dos%) mas es un desfase mucho menor con respecto a España que el que se da a última hora de la tarde (cuatro con tres%).
Así, madrugamos algo menos mas somos considerablemente más trabajando hasta bastante después. Este panorama se repite con respecto a otros países equiparables a España, como Francia (trabaja el dieciseis con cuatro% por la mañana y el cuatro con uno% por la tarde). De los países que recoge la oficina estadística europea —cuyas cifras son de dos mil diez, mas tienen valor comparativo—, en ningún otro hay tantas personas trabajando entre las dieciocho y las veinte.
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