La crisis climática está en el centro del debate global, pero hay un aspecto que frecuentemente queda en la sombra: la esperanza. Mientras que las catástrofes naturales se documentan sin cesar, el mensaje de que podemos avanzar hacia una solución se presenta de forma poco palpable. «La mayor amenaza para el futuro de la humanidad es la pérdida de la esperanza», afirma Javier Peña, divulgador ambiental y creador de la serie documental Hope! En este trabajo, propone estrategias medibles y escalables que pueden ayudarnos a reducir las emisiones de carbono y regenerar nuestro planeta.
Cada vez son más las herramientas disponibles para mitigar los efectos del cambio climático. Desde energías limpias hasta la electrificación de diversas actividades económicas, las posibilidades son accesibles para muchas naciones. Peña resalta que en 2023, el 90% de las instalaciones de energías renovables resultaron más económicas que las alternativas fósiles. Por ejemplo, el coste de una planta fotovoltaica se encuentra alrededor de los 36 euros por megavatio hora (MWh), en comparación con los 85 euros de la generación a partir de gas y los 250 euros de la energía nuclear nueva. Sin embargo, es crucial acelerar la transición hacia un mundo descarbonizado. “Debemos cambiar de primera marcha a quinta”, advierte Rubén del Campo, meteorólogo de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
La urgencia de actuar
El Acuerdo de París establece como meta limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C. Superar este umbral haría más difíciles de manejar las consecuencias del cambio climático, como ondas de calor extremas y pérdida de biodiversidad. A pesar de que 2024 fue declarado como el primer año en el que se superó este límite globalmente, el escenario no es irreparable. España está en una posición privilegiada. «Contamos con recursos naturales inigualables, sobre todo el sol», enfatiza Mar Reguant, especialista en economía energética. Sin embargo, el mensaje sobre los beneficios de la transición energética aún no ha calado en la sociedad, en parte debido a la influencia de los lobbies de combustibles fósiles y la desinformación reinante.
Las redes sociales, además, distorsionan la conversación, especialmente entre los más jóvenes. Reguant advierte que, aunque las soluciones y financiamiento están disponibles, muchas veces las políticas no son las adecuadas. En Estados Unidos, por ejemplo, los subsidios para la compra de coches eléctricos no son utilizados por aquellos que más los necesitan. «Lo que realmente se requiere son sistemas de transporte público de calidad y descarbonizados», sostiene.
Para lograr una verdadera transformación, es esencial que la población vea el beneficio individual de las tecnologías verdes. «Estamos en un momento crítico en el que hay que actuar rápidamente, pero también de manera justa», apunta Albert Banal-Estanol, profesor de la Universitat Pompeu Fabra. La equidad en la distribución de los beneficios de las energías renovables es fundamental.
Un cambio de mentalidad
El pesimismo sobre el futuro del planeta debe ser reemplazado por una mentalidad proactiva. «Hemos logrado muchos avances, aunque queda un largo camino por recorrer», destaca Peña. Las cumbres climáticas, aunque a veces criticadas, han jugado un papel crucial. Sin ellas, la temperatura global podría haber aumentado de forma aún más alarmante. China, por ejemplo, ha liderado el camino en la electrificación, haciéndolo tres veces más rápido que el resto del mundo.
La posibilidad de crear un planeta más saludable está en nuestras manos. La reducción de emisiones y el control del calentamiento global son objetivos alcanzables, como lo demostró la exitosa recuperación de la capa de ozono. Después de su detección en 1985, se firmó el Protocolo de Montreal que frenó las emisiones dañinas, y el resultado es positivo: «En tres o cuatro décadas, se estima que la capa de ozono se habrá recuperado». Ojalá, para entonces, tengamos un planeta sano sobre el que contar historias de éxito.
