Los Bancos Centrales Retoman su Protagonismo en la Era Post-IA

Los Bancos Centrales Retoman su Protagonismo en la Era Post-IA

Durante el transcurso de 2025, los mercados parecían narrar una historia casi ficticia, donde la inteligencia artificial (IA) dominaba la trama con promesas de productividad ilimitada y pronósticos de ganancias que desbordaban lo imaginable. Sin embargo, recientes acontecimientos nos recuerdan que, al final del día, incluso las narrativas más grandiosas dependen de un factor fundamental: el costo del dinero. La incertidumbre sobre la capacidad real de las empresas para capitalizar la IA afectó a los gigantes tecnológicos y fabricantes de chips, resultando en 20 sesiones de alta volatilidad a lo largo de noviembre. Se observó una caída cercana al 8% en el Nasdaq en comparación con octubre, aunque el mercado encontró su camino de regreso. A comienzos de diciembre, las bolsas experimentaron un resurgimiento que muchos describen como el inicio de un nuevo rally de Santa Claus. A pesar de la montaña rusa del mes previo, los analistas están más optimistas sobre el cierre del año, sugiriendo que es más probable un final positivo que una corrección severa.

En medio de esta incertidumbre, los bancos centrales vuelven a tomar protagonismo. Tras varias semanas en un segundo plano frente al bullicio de la IA, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo están listos para recordarle a los inversores que cualquier promesa tecnológica está sujeta a un tipo de interés específico. La Reserva Federal enfrentó recientemente el reto de tomar decisiones de política monetaria en un entorno marcado por datos macroeconómicos incompletos, debido al cierre parcial del gobierno estadounidense. Las decisiones sobre tipos de interés siempre son cruciales, especialmente cuando se trata de bajar el costo del dinero, lo que beneficiaría a toda la economía, especialmente a familias y pequeñas y medianas empresas (pymes).

Un aspecto que cobra relevancia son las decisiones relacionadas con el aumento del balance y las compras de activos, dirigidas principalmente a aquellos que poseen muchos activos. Esta estrategia ha fomentado el llamado efecto riqueza, impulsando el gasto y ayudando a mantener en pie la economía. Para las grandes empresas de IA, la combinación de tipos elevados con un flujo de liquidez más favorable resulta casi tan significativa como una reducción formal. El ciclo de la IA, caracterizado por su alta demanda de capital y grandes inversiones en centros de datos, chips avanzados y redes eléctricas robustas, se ve influenciado por costos de financiación más bajos y la percepción de que la Fed no limitará el acceso al crédito. Esto se vuelve vital, especialmente después de un noviembre lleno de sorpresas.

De forma paralela, el Banco Central Europeo tiene su reunión de política monetaria programada para la próxima semana. Tras llegar a un 2% en su tasa, el BCE ha pausado nuevas bajadas. La inflación en la eurozona ha vuelto a acercarse a ese mismo nivel.

Lo que resulta intrigante es el tono que adoptará el BCE. Recientemente, algunos miembros del Consejo de Gobierno, como Olli Rehn, han comenzado a hablar sobre riesgos a la baja para la inflación en el medio plazo, sugiriendo que podría permanecer ligeramente por debajo del objetivo sin afectar gravemente el mercado laboral. Aunque Europa no experimenta una burbuja de IA como la de EE. UU., tampoco está ajena a los ciclos tecnológicos globales. Gran parte del reciente rebote del EuroStoxx se concentra en el sector de semiconductores y empresas relacionadas con la demanda de energía de los centros de datos, así como en algunos bancos que se benefician de la curva de tipos. Si el BCE opta por una postura demasiado conservadora, podría mantener condiciones excesivamente restrictivas para un tejido empresarial menos dinámico que el estadounidense. Por otro lado, si acelera las bajadas, podría generar nuevas tensiones en activos en riesgo justo cuando la narrativa de la IA busca una base más realista.

En términos simples, la IA promete un aumento en la productividad que, en teoría, permitiría un crecimiento sin el fantasma de la inflación. Sin embargo, este futuro no ha llegado. Hoy por hoy, las valoraciones de muchas empresas dependen de flujos de caja que se proyectan –si es que se materializan– en la próxima década. Pequeños ajustes en los tipos de descuento, guiados por la Fed y el BCE, pueden tener un impacto dramático en estas valoraciones. Por ello, en este cierre del 2025, los bancos centrales se convierten en el barómetro que mide la delgada línea entre la ilusión y la realidad. Si la Fed adopta un enfoque paciente, combinando recortes graduales con una gestión de balance que priorice la estabilidad, y el BCE sigue un camino coherente de tipos para un crecimiento moderado, la corrección observada en noviembre podría quedar como un simple ajuste en un ciclo a largo plazo dominado por la IA. Sin embargo, si se comunica que hay poco margen para relajar las condiciones financieras –ya sea por una inflación subyacente incómoda o por preocuparse por riesgos excesivos– la próxima ola de volatilidad podría no surgir de una noticia sobre modelos generativos, sino de una declaración de un banquero central en una rueda de prensa. La IA seguirá siendo la gran narrativa industrial de esta década, pero en este momento, el poder de decisión lo tiene quien establece el precio del tiempo.