Cuando las protestas en Chile estallaron a finales de 2019, muchos empresarios y propietarios de grandes fortunas comenzaron a mover sus capitales al extranjero. Este fenómeno, que se inició durante el segundo mandato del presidente Sebastián Piñera (2018-2022), ha continuado incluso después de que las manifestaciones cesaran y durante los intentos fallidos de redactar una nueva Constitución en 2022 y 2023, bajo la administración del izquierdista Gabriel Boric, que concluirá en tres meses.
La Fuga de Capitales: Una Mirada Profunda
De acuerdo con los datos del Servicio de Impuestos Internos (SII), las transferencia de activos fuera del país aumentó drásticamente. Las operaciones internacionales de inversores chilenos subieron de 75 billones de pesos (alrededor de 81,8 millones de dólares) en 2019 a 127,6 billones (aproximadamente 138,4 millones de dólares) en 2023, lo que representa el 45,3% del Producto Interno Bruto (PIB). Esta tendencia no solo se basa en una reorientación financiera; también refleja un cambio en las percepciones de los empresarios.
Cambios en la Mentalidad Empresarial
Un estudio realizado por la politóloga franco-estadounidense Rachel Théodore, del Centro de Economía y Políticas Sociales (CEAS) de la Universidad Mayor, y Carlos Medel Vera, economista senior del Banco Central de Chile, revela que la élite empresarial del país ha cambiado su enfoque. Antes, predominaba un fuerte “sesgo local”, es decir, preferencia por activos chileno, pero ahora hay una clara tendencia hacia la transnacionalización de sus inversiones. Este cambio ha estado acompañado de un notable desarraigo.
“Lo interesante de esta situación es que las decisiones de salida de capitales provienen principalmente de individuos y no de instituciones financieras como las AFP. A finales de 2019, se observó un movimiento de capital que refleja un temor palpable, evidenciado por el incremento en el índice de incertidumbre económica del Clapes UC”, explica Théodore.
La Inversión Extranjera sigue Creciendo
Curiosamente, a pesar de la fuga de capitales, la inversión extranjera directa (IED) en Chile ha experimentado un crecimiento significativo, pasando de 17,8 mil millones de dólares en 2019 a 56,2 mil millones en 2024, según InvestChile. Este aumento sugiere que los inversionistas internacionales aún confían en el país.
El análisis del Banco Central indica que la situación macroeconómica de Chile, incluso tras el estallido social, se mantuvo comparable a la de otros países, lo que podría explicar la confianza en la inversión extranjera.
Científicos en el Tema
Según el SII, los grandes patrimonios han sido los principales protagonistas de esta fuga de capitales. Desde 2019, las inversiones al extranjero realizadas por las Personas de Altos Patrimonios (PAP)—aquellos con patrimonio declarado superior a un millón de dólares—se han más que duplicado. Esto sugiere que muchos empresarios han perdido la confianza en Chile como un lugar seguro para invertir.
Rachel Théodore menciona que no está claro si estas decisiones son el resultado de un cambio estructural en la forma de invertir o si son simplemente coyunturales. Sin embargo, si la polarización social y política persiste, es probable que la fuga de capitales continúe profundizándose.
Un Trauma Colectivo en el Sector Empresarial
Las variaciones en las estrategias de inversión entre inversionistas nacionales e internacionales ponen de manifiesto una crisis de confianza en el mercado chileno. Las entrevistas realizadas por Théodore a empresarios y economistas indican que el estallido social marcó un antes y un después para el tejido empresarial. Muchos empresarios viven en un clima de temor que los ha llevado a adoptar una postura defensiva.
La experta enfatiza que el estallido no solo fue un evento violento, sino también un símbolo de un pacto social que se había mantenido desde 1990. “El mundo empresarial comenzó a ver a Chile como un lugar menos seguro para invertir o contribuir al desarrollo nacional. Esto ha desencadenado una especie de autoexilio simbólico”, agrega.
La Necesaria Reconexión
Este alejamiento entre el empresariado y la ciudadanía es preocupante para la socióloga. Ella sostiene que “una sociedad no puede prosperar sin sus élites económicas”. La creciente distancia entre ellos y la ciudadanía es una señal de alerta para la cohesión social. “El estallido fue el catalizador de una desvinculación que ya existía; ahora es esencial reconstruir ese vínculo y restaurar el contrato social entre ciudadanos y élites empresariales”, concluye.
En resumen, la fuga de capitales en Chile representa un complejo fenómeno que no solo se limita a la economía, sino que también aborda cuestiones identitarias y de confianza en el futuro del país. La situación actual exige atención para revertir la tendencia y fomentar un ambiente más positivo y colaborativo entre todos los actores económicos.
