Christine Lagarde ha estado alertando sobre la enorme incertidumbre que enfrenta el Banco Central Europeo (BCE) a la hora de trazar su estrategia económica para decidir sobre las tasas de interés. Las amenazas de aranceles, junto con los impuestos ya existentes, generan un efecto doble en la economía europea: pueden frenar el crecimiento y, a la vez, aumentar la inflación. Las turbulencias comerciales, además de los conflictos geopolíticos, han influido notablemente en las decisiones de inversión de las empresas a lo largo de 2025.
Una Parada Estratégica del BCE
Sin embargo, la estabilidad en las tasas de interés se ha transformado en la apuesta más sensata para 2026. Lagarde ha enfatizado que el BCE se encuentra “en un buen lugar”, y las proyecciones de futuros sugieren escasas probabilidades de un cambio en las tasas del próximo año. Este panorama, que en primavera parecía impensable, se ajusta a la realidad actual en Europa.
Previsiones para el Futuro
Las nuevas estimaciones del BCE para el próximo año presentan un contexto relativamente optimista, aunque sigue habiendo el problema crónico de crecimiento lento en la Unión Monetaria. A pesar de esto, el aumento de la inversión empresarial y la solidez de las exportaciones se perfilan como aspectos positivos. Cualquier economista habría aceptado este escenario en la primera mitad de un 2025 tan incierto.
Incertidumbres a Corto y Largo Plazo
No obstante, este cuadro también presenta sombras, tanto en el corto como en el largo plazo. En el ámbito inmediato, la incertidumbre sigue siendo elevada, influenciada por la guerra comercial vigente y la situación de seguridad en la zona, en especial con Rusia a las puertas. Además, un escenario de tasas estables en Europa, mientras la Reserva Federal considera recortes, podría llevar a un descenso del dólar, lo que afectaría negativamente a un sector exterior ya golpeado por crisis energéticas y comerciales, especialmente en Centroeuropa.
Por otro lado, los desafíos de largo plazo persisten. La necesidad de una mayor autonomía estratégica e industrial, financiamiento adecuado, innovación constante y un mercado realmente unificado son aspectos cruciales que continúan sin resolverse. La situación actual ofrece a Europa la oportunidad de implementar reformas necesarias; ahora depende de los Estados miembros aprovechar este margen y no esperar a que surjan crisis externas para actuar.
