Isak Andic, el emblemático fundador de Mango, falleció ayer trágicamente tras caer de una altura de 150 metros en las cuevas de salitre de Collbató. Si no hubiera sido por la presencia de su esposa e hijo, su muerte habría suscitado dudas, ya que su amigo y publicista Lluís Bassat reveló que la Policía le había aconsejado evitar caminar solo por esa ruta debido a amenazas vinculadas a su origen judío y su defensa del Estado de Israel.
Originario de Turquía, Andic llegó a Barcelona a los 16 años, donde, junto a su hermano Nahma, estableció un exitoso mercadillo de tejanos en la calle Balmes. Desde sus inicios, quedó claro que poseía una visión única y un talento especial que lo llevaron a marcar tendencias en el mundo de la moda. Su icónica tienda blanca en el Paseo de Gracia se convirtió en un referente y su trayectoria empresarial es, sin duda, un testimonio de lo que significa ser un verdadero emprendedor. Con valentía, dedicación y un agudo sentido del mercado, Andic supo anticipar lo que los consumidores deseaban, logrando convertir sus ideas en productos que los cautivaron.
Andic fue pionero del “fast fashion”, logrando adaptar sus colecciones a las tendencias más actuales con una sorprendente agilidad. Su habilidad para negociar y su meticulosidad eran legendarias; un proveedor recordó cómo pasaron horas discutiendo cada detalle de los contratos. A pesar de su éxito en el lujo, Andic mantuvo una admirable humildad y nunca perdió de vista sus raíces.
Comprometido con su legado, Andic dejó la empresa en manos de su hijo, quien enfrentó pérdidas significativas. Sin embargo, su espíritu emprendedor le permitió volver a tomar el control y promover a Toni Ruiz, un empleado con un potencial que él supo identificar y valorar. Hoy, Mango se erige como una multinacional de renombre, abriendo tiendas en todo el mundo y superando obstáculos que han llevado a otras empresas al fracaso por no gestionar adecuadamente el legado familiar.
Conocido por su afición al arte y su impresionante bodega de vinos, valorada en 25 millones de euros, Andic disfrutaba de compartir su amor por el vino y su colección de coches antiguos. Su pasión por el mar era inigualable; poseía un velero de 55 metros y estaba construyendo otro de 90, navegando por sus sueños, tanto en el agua como en el aire a bordo de su avión privado. A pesar de su estilo de vida lujoso, aquellos que lo conocieron lo describen como una persona sencilla y generosa.
Junto a su amigo Miguel Monrás, fue el creador de Mango, y, aunque sus caminos no se cruzaron de nuevo como socios, Andic cuidó de Monrás hasta sus últimos días. Su inesperada partida ha dejado un profundo vacío entre quienes le admiraban y apreciaban su compañía.
Isak Andic se definía como judío-catalán y mostraba un firme compromiso con la tierra que lo acogió, pagando sus impuestos en Cataluña como un gesto de agradecimiento. A lo largo de su vida, nunca dudó en expresar su apoyo a Israel, a pesar de las amenazas que esto le generó. Además, se involucró activamente en el crecimiento y la proyección de Barcelona. Un amigo cercano refirió con humor que “ser empresario en España ya es un deporte de riesgo, así que ¿quién le mandaba hacer excursiones a cuevas?”.
Una anécdota que lo retrata ocurrió en una ocasión en que su hija decidió invitar a sus amigas a un almuerzo. Tras un desafortunado incidente con una jarra de soja, me vi en la necesidad de buscar unos tejanos de reemplazo para ella. Andic, al oírme, decidió salir de su restaurante y, en menos de 15 minutos, apareció para regalarle la prenda deseada, mostrando así su extraordinaria generosidad.